domingo, 10 de abril de 2016

N° 326 - EL FINAL DE UN SUEÑO

PORQUE PERDIÓ BARNECHEA:




Creo que nadie puede negar la excelente perfomance electoral de Alfredo Barnechea, al darle protagonismo, programa y olor de multitud a un partido en crisis, sin liderazgos significativos y marcado por la mediocridad. Un partido que estaba alejado del calor popular, del olor y del sabor de la multitud. Y digo a priori, "perfomance electoral", porque su candidatura busco solo ganar la elección. Lo cuantitativo y no lo cualitativo de la política, para que parezca que la forma es el fondo. 

Barnechea proyecto una candidatura con visión de Estado; pero se perdió en la demagogia y el electoralismo, que simplemente busca los números que llevan al poder. Barnechea busco ganar una elección, creyendo que con solo su capacidad personal  podía llegar a Palacio de Gobierno, en un país de liderazgos desteñidos; de políticos poco articulados e ignorantones y de ciudadanos sin cultura. Lo anterior ante el espejismo y el efectismo de una lectura supuestamente correcta del espectro político. 

Barnechea pierde por venderse como intelectual y actuar como político; como el mas tradicional de los políticos, con una propuesta que puede sonar bien, que puede parecer muy articulada  y "coherente", pero que era vender a las mayorías nacionales y a un partido sin ideas ni propuestas, el sueño personal de llegar al poder, en medio de ese mesianismo que tanto daño le hace al país. 

Barnechea, en un país descontento de su clase política, critica el modelo y vende la socialdemocrata idea del "Estado de Bienestar". El problema es que el modelo económico, con sus errores y sus defectos ha funcionado. Ha generado crecimiento, bienestar y disminución de la pobreza y que merece cambios indudablemente, pero sin demagogia y con el criterio técnico que la generalidad y la verborrea de Barnechea no tuvo. Si el modelo ha tenido defectos, estos  han sido por la falta de una clase política capaz, por la falta de administración y de gerencia de  Estado; por la falta de una tecnocracia que maneje la cosa pública; por la corrupción y la demagogia o el interés personal o de grupo existentes, que es el que hace que el Estado sea tan ineficiente. Y en ese escenario del gran drama nacional, sin una reforma del Estado, Barnechea pretende, sin mayoría parlamentaria, sin las posibilidades económicas de años atrás, vender sin cuadros técnicos ni un partido detrás, una mayor presencia del Estado, para una supuesta "Nueva República" y un país desarrollado en cinco años. Para un país de igualdad, que es un ideal inalcanzable en la sociedad humana. 

En un partido que se dice de "centro", Barnechea plantea una propuesta acaramelada de belaundismo, que es ideologicamente de izquierda democrática, sin que ninguno de los sumos sacerdotes o "lideres" partidarios -entre los que se encuentra Mesías Guevara-  por cálculo político o incapacidad conceptual, diga algo o refute lo que en su "histórico" discurso político dicen defender. Barnechea con tal de llegar al poder, miente y engaña al ciudadano y allí esta su principal pasivo. Un Barnechea que tiene poco de Belaundismo y mucho de egolatrismo. Un Barnechea que pretende huevear al ciudadano, que lo subestima y que se pierde en sus demonios internos,  enredándose en pedir disculpas; en echarle la culpa a los poderes facticos, a la "guerra sucia" o deslealmente al partido que lo cobijo, es el principal culpable de no pasar a segunda vuelta. Porque el fue el candidato, el partido y la propuesta.

A pesar de que ACCIÓN POPULAR estaba dividido y en crisis y que el papel y la función del líder, es unir y construir institucionalidad, Barnechea le da la espalda a la crisis, ignora la necesaria unidad y deja el manejo de la campaña, en manos de sus mentores y financistas partidarios y de los Del Águila, que solo buscan que "Don Edmundito"  llegue al parlamento, solucione sus problemas económicos y gane su cuarto de hora de notoriedad. 

Sin una maquinaria partidaria por más pequeña que esta sea, todo esfuerzo colectivo fracasa y eso no lo entendió Barnechea porque no es hombre de partido. En ese contexto, es necesario decir que los jóvenes a quienes el discurso de Barnechea encandiló, no bastan. El aporte partidario tiene un contenido y un valor diferente. En esa dirección, no se puede dejar pasar referirse a la personalidad del candidato. Su arrogancia, su soberbia, su incapacidad de conectarse con el pueblo -y el rodearse de las geishas y de los conocidos oportunistas y pateros partidarios, a los que se sumo una lista al Congreso que no fue expresión de lo mejor del capital humano del partido- le paso factura. Todo eso concentra algunas de las razones por las que perdió Barnechea.

Lo que viene después es lo que cuenta. Si no se construye partido, si no se busca la institucionalidad y la  necesaria unidad partidaria. Si no se abre ACCIÓN POPULAR a gente con conocimiento, capacidad y articulación para la política, si se persiste en liderazgos desteñidos; en los parceleros del poder y en los cacicazgos que  quieren mantener el statu quo partidario, nada habrá cambiado. En un partido sin ideas, la necesidad de pesos y contrapesos, la importancia del debate ideológico y programático es imprescindible. Barnechea  no es Belaunde ni su propuesta es belaundista. Ha sido un buen candidato indudablemente. Pero ser heredero de Belaunde y gobernar con responsabilidad y sin improvisación, implica mucho más que ello. 

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